Comentario
Durante los años de la Pentecontecia, en Atenas, el desarrollo de la democracia ha corrido paralelo al desarrollo del imperio y, por tanto, a la creación de relaciones conflictivas entre las ciudades. Gracias al imperio, era posible la concordia interna en Atenas, con más o menos altibajos a lo largo de todo el período, pero estabilizada a partir de la desaparición de Tucídides de Melesias, sólo alterada desde entonces por las acusaciones dirigidas contra los colaboradores del llamado círculo de Pericles, cuando ya empezaban a deteriorarse las relaciones a todas las escalas. Cuando el demos actuaba en el exterior, en cambio, ejercía la sumisión y la violencia, aunque al mismo tiempo fuera capaz de obtener el apoyo del demos de las ciudades aliadas. En éstas de hecho no era posible el mismo tipo de concordia, pues el phoros recaía sobre los ricos, que trataban de liberarse de él enfrentándose al demos propio y al de los atenienses. El imperio creaba conflictos entre Atenas y los demás, pero también entre las otras ciudades y entre los miembros de las mismas.
Dentro de Atenas, los thetes habían llegado a ser libres, tanto jurídica como económicamente, pero en terreno político seguía a un hegemón, a un ciudadano capaz de poner en práctica sus decisiones y de orientarlos. Fue Pericles el hegemón por antonomasia. Ello daba, de todos modos, a la democracia un sentido especial, en que convivía la concordia entre masa e individuo con la violencia subyacente a la admisión de que existe la hegemonía como tal, de un hombre sobre la masa, de Atenas sobre el imperio. La concordia era, al mismo tiempo, germen de violencia.
Finalmente, la tendencia de las ciudades a controlar hegemónicamente el mundo circundante no acaba en la obtención del imperio para Atenas, pues ésta la obligaba a mantener relaciones competitivas con los demás, por rivalidades territoriales y control de los cambios. Para los demás, por otro lado, significaba la imposibilidad de admitir el predominio ateniense, obstáculo notable para el desarrollo territorial y marítimo de ciudades como Corinto, empeñada en nuevas fundaciones coloniales y en los tráficos navales. Por ello, Tucídides, al inicio de su narración, piensa que la causa más verdadera de la guerra estaba en el miedo que Atenas proporcionaba a todos los griegos.